martes, marzo 20, 2007

La bandera fantasma, o la bandera y el fantasma


El País publicó en las fotos de la marcha del pasado 11 de marzo, una donde se mostraba a un anciano con una bandera franquista. De la fecha a acá ha habido críticas al diario y acusaciones sobre la veracidad de la fotografía. Si se parte de que la instantánea la aportó un lector y se piensa en las herramientas digitales para el tratamiento de imágenes, se puede dudar que el estandarte que lleva el abuelo no exista más que gracias a la pericia de un excelente usuario de Photoshop. Sin embargo, El País asegura que la foto sí existió y brinda evidencias.


La bandera es similar a la española actual, excepto por el águila de San Juan detrás del escudo, que mucho recuerda a los emblemas del Tercer Reich. Dominó los actos oficiales de 1945 a 1977 y el águila negra se mantuvo hasta el año 81, tres años después de proclamarse la constitución del 78. Pero todavía atrae muchos debates, los hay que la defienden por su simbolismo “integrador” y los hay también que desisten de ponerle el adjetivo de franquista. Algunos llegan a afirmar que la bandera la inventó el propio Franco, pues hasta su llegada al poder, el país no tenía una enseña nacional.

Antes de incluirme en la polémica, es mejor que vuelva a la foto de El País. En lo personal, creo que sí existió. El 11 de marzo no estaba en Madrid, sino cerca de la estación londinense de Victoria, donde fuimos a recibir a una amiga francesa. Antes de que regresara a París, quedamos en vernos y mientras conversábamos en torno a un café, vimos pasar rumbo a la embajada española, que no queda lejos del área, a otro portador de una bandera franquista.

A diferencia de su colega de la foto del periódico español, este era mucho más joven, más elegantemente vestido y hasta con una simpática gorra bolchevique. La historia y los símbolos se entremezclan de modos misteriosos. Me sorprendió mucho descubrir la dichosa bandera, porque era la primera vez que la veía y hasta les indiqué a los demás en mi mesa que no la perdieran de vista. El abanderado, por su parte, siguió imperturbable su camino al sitio de la concentración. Me acordé también que en su convocatoria, el líder del Partido Popular español mencionó que habría manifestaciones en otras capitales europeas. Haber presenciado la escena me lleva a deducir que si hubo una bandera franquista en Londres, bien pudo haberla en Madrid.

Además, estoy seguro que el abanderado de Victoria iba camino a la protesta, pues Londres es una ciudad hiper-diversa y en cuanto a modas personales hay siempre más de un estilo perceptible, pero hasta ahora salir a la calle con banderas tan singulares no es costumbre. Los pabellones nacionales abundan en los estadios, cuando ocurren certámenes deportivos como los Mundiales de Fútbol, o en fechas como el pasado 18 de marzo, cuando los tricolores irlandeses eran visibles por toda la ciudad.

Claro, el problema es más banal cuando se trata de naciones que en toda su historia han tenido una sola bandera. Los cubanos, por ejemplo, cuando se anunció la enfermedad de Fidel Castro y su salida del gobierno, llenaron de banderas ciertos barrios de Miami; las mismas que meses atrás, quizás en La Habana, en Bayamo, o en cualquier lugar de la isla, fueron agitadas por un motivo totalmente contrario a la débil salud del Comandante.

Al parecer las cinco franjas, el triángulo y la estrella no pertenecen sólo a la isla o a su diaspora. Una vez, me acuerdo también, en las ya lejanas vacaciones de verano del 89, en el mes de julio, mi amigo René y yo visitamos a otro colega del pre. Desconocía aquel barrio alejado del centro de Santa Clara y René tampoco recordaba bien el camino. Después de preguntar por el nombre de la calle, nos detuvimos dudosos ante el número de la casa, que en realidad era el que buscábamos. Lo que nos detuvo fue una bandera cubana, extendida, cubriendo parte de la puerta. ¿Y ese comunismo, nos preguntamos incrédulos? Era, repito, el 89. Todavía quedaban restos del bloque socialista y así y todo, no nos importaba mucho mostrarnos irónicos ante un símbolo tan solemne.

Esta semana comencé a leer fragmentos del diario de Anna Politkovskaya, la periodista rusa asesinada el pasado año. En uno de ellos, la malograda cronista de la guerra de Chechenia, se mostraba preocupada por el auge de banderas neofascistas en Rusia. La preocupación, seguramente, viene de ver ondear tales símbolos porque en la mayoría de las veces son portados por personas con ánimos más impulsivos que la inocente exhibición de un estandarte.

Me pregunto ahora cuán violento sería el abanderado de Victoria, cuán consciente su acto. Lo que más me asusta son ciertas actitudes en las que muchos pecan de ingenuos, una ingenuidad emparentada con el desconocimiento y que raya en la estupidez. Conocí a un estudiante madrileño que aprovechaba el menor incidente para culpar al “gobierno socialista” o a “los socialistas” de todos los males de España y sobre todo del deterioro moral de la familia (cualquiera que sea el significado de tal frase). Pero sin duda, su mejor comentario fue una vez, a la salida del cine tras ver El Hundimiento (Downfall), cuando declaró un repentino interés por leer más sobre Adolf Hitler, pues luego de apreciar la caracterización de Bruno Ganz, no creía que el fürer hubiera sido “tan malo”. ¿Andará ahora con una bandera franquista, me pregunto?

miércoles, marzo 14, 2007

Primavera a tiempo y con “daffs”


Supongo que la primavera en Europa tenga muchas facetas. Todo depende de la latitud geográfica. Así, mientras los países de clima mediterráneo disfrutan de más calor y tardes soleadas, más al norte el panorama puede ser distinto. Lo cierto es que marzo casi siempre marca la llegada de la estación y como embajadoras de la temporada, aparecen en los jardines unas peculiares flores amarillas.

Los daffodils o narcisos brotan en este mes y marcan, con su presencia obligada en cada patio británico, el fin del invierno. Sin embargo, el daffodil es en realidad la flor nacional de Gales y los galeses la exhiben cuando salen a la calle en las celebraciones del día de San David (1ro de Marzo).

Para quienes procedemos de las regiones más tropicales donde las cuatro estaciones son apenas perceptibles, estas flores amarillas pueden incluirse en la categoría de exóticas. Si bien uno las distingue rápidamente, no creo que existan en la naturaleza cubana ejemplos similares. En la isla, claro, hay muchos Narcisos, pero la gran mayoría pertenece al reino animal. En mi caso siempre supe que el nombre derivaba del de una flor, mas nunca me tropecé con ella y si lo hice la ignoré por desconocimiento.

Esta primavera ha llegado más temprano que de costumbre, tal vez como evidencia de que el calentamiento global es algo más que una colección de mensajes alarmistas sobre el deterioro ambiental, o el nuevo emblema de la lucha por el poder político. Las flores traen un complemento especial al paisaje y uno las recibe con un poco de esperaza. El contraste entre el verde de la hierba iluminada por el sol, los tallos, las hojas y el amarillo de los daffodils, impide que estos pasen desapercibidos.


Y las flores están por todos lados, hasta parece que en esta época definen la autenticidad de los jardines. Hace un año conversaba con una de mis tutoras, una newyorkina que lleva más de 40 años afincada en Gran Bretaña, y ella me contaba de su alegría por la primavera, por el tiempo que ahora destinaba a sus plantas, a revisar macetas y a transplantar nuevos brotes. De su jardín, según me contó orgullosa, prefería los pensamientos y las hortensias, que aquí también llaman rododendros, e imaginariamente me mostró cómo habían florecido en aquel marzo. Y como para que no me quedaran dudas de su experiencia jardinera me dijo: y por supuesto, mis “daffs”, tú sabes, son una verdadera joyita.

Desde ese día también los nombro así, “daffs”, de una manera más familiar. De todos modos, estas flores amarillas ya forman parte de mis memorias, así que no se molestarán porque les cambie el nombre o mejor, porque se lo “recorte” cariñosamente.