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miércoles, marzo 14, 2007

Primavera a tiempo y con “daffs”


Supongo que la primavera en Europa tenga muchas facetas. Todo depende de la latitud geográfica. Así, mientras los países de clima mediterráneo disfrutan de más calor y tardes soleadas, más al norte el panorama puede ser distinto. Lo cierto es que marzo casi siempre marca la llegada de la estación y como embajadoras de la temporada, aparecen en los jardines unas peculiares flores amarillas.

Los daffodils o narcisos brotan en este mes y marcan, con su presencia obligada en cada patio británico, el fin del invierno. Sin embargo, el daffodil es en realidad la flor nacional de Gales y los galeses la exhiben cuando salen a la calle en las celebraciones del día de San David (1ro de Marzo).

Para quienes procedemos de las regiones más tropicales donde las cuatro estaciones son apenas perceptibles, estas flores amarillas pueden incluirse en la categoría de exóticas. Si bien uno las distingue rápidamente, no creo que existan en la naturaleza cubana ejemplos similares. En la isla, claro, hay muchos Narcisos, pero la gran mayoría pertenece al reino animal. En mi caso siempre supe que el nombre derivaba del de una flor, mas nunca me tropecé con ella y si lo hice la ignoré por desconocimiento.

Esta primavera ha llegado más temprano que de costumbre, tal vez como evidencia de que el calentamiento global es algo más que una colección de mensajes alarmistas sobre el deterioro ambiental, o el nuevo emblema de la lucha por el poder político. Las flores traen un complemento especial al paisaje y uno las recibe con un poco de esperaza. El contraste entre el verde de la hierba iluminada por el sol, los tallos, las hojas y el amarillo de los daffodils, impide que estos pasen desapercibidos.


Y las flores están por todos lados, hasta parece que en esta época definen la autenticidad de los jardines. Hace un año conversaba con una de mis tutoras, una newyorkina que lleva más de 40 años afincada en Gran Bretaña, y ella me contaba de su alegría por la primavera, por el tiempo que ahora destinaba a sus plantas, a revisar macetas y a transplantar nuevos brotes. De su jardín, según me contó orgullosa, prefería los pensamientos y las hortensias, que aquí también llaman rododendros, e imaginariamente me mostró cómo habían florecido en aquel marzo. Y como para que no me quedaran dudas de su experiencia jardinera me dijo: y por supuesto, mis “daffs”, tú sabes, son una verdadera joyita.

Desde ese día también los nombro así, “daffs”, de una manera más familiar. De todos modos, estas flores amarillas ya forman parte de mis memorias, así que no se molestarán porque les cambie el nombre o mejor, porque se lo “recorte” cariñosamente.